Es por la mañana, duermes. Sé que debo despertarte pero no puedo hacerlo, verte en paz me hace
tremendamente feliz, es una de esas sensaciones que nunca quiero dejar ir porque simplemente no quiero que se vaya jamás.
Me acomodo en la cama y pienso en
mi suerte, te miro. Te coloco el pelo, te mueves y me abrazas, pero
sigues durmiendo. Y me llevas a aquella conversación en la que me
decías que yo era tu reina, que te había salvado y que te dijera
cuáles eran mis miedos que tú irías a por ellos. Lo que tú no
sabías al decirme todo aquello, es que una reina sin su rey no tiene
nada que hacer, que no te salvé, simplemente quise luchar contigo, y
que cómo voy a dejar que luches contra ti mismo si mi mayor miedo es
quedarme sin ti.
Vuelvo de mis pensamientos y sigues ahí, abrazándome y haciéndome ver que tenerlo todo, es tenerte a ti.