Lo
nuevo, lo desconocido, el miedo y la incertidumbre. Creo que todos estos
sustantivos y sentimientos van tan ligados como lo está el pétalo a la flor,
hasta que llega una ráfaga de viento y sale disparado rumbo hacia ninguna parte
esperando ser encontrado. Este lugar en donde me encuentro descarriada, es esa
flor, y yo soy ese pétalo, que espera con ansias esa ráfaga de viento que me
lleve directa a ninguna parte, y es que necesito caminar, sentir, vivir,
descubrir… y un largo abanico de verbos que son el preludio del más grande y
perturbante de mis deseos, huir, de esta rutina desgarradora, de estos lugares
monótonos y de mi misma, de esta profilaxis sentimental encarcelada en esa
prisión de alta vigilancia donde a pesar de la imposibilidad sigue ideando
cientos de planes para conseguir liberarse, y llegar, por fin a ese lugar donde
los pájaros de mi cabeza quieren emigrar.