viernes, 8 de abril de 2016

Manicomios

Siempre me ha gustado el caos,
siento la necesidad de ordenarlo.
Es como un juego que siempre quiero ganar.

Te atreves a venir, a hurtadillas colándote en mis adentros.
Y juegas a mi juego.
Me desestabilizas,
a mí, a mi perfecto orden.
Siempre fuiste de irte pero ahora te quedas,
no te marchas,
ahora quieres ver el espectáculo que te ofrezco,
te sientas en primera fila y me observas,
me desnudas,
te deleitas.

Me expongo,
consigo cambiar el juego.
No te has dado cuenta pero ya estoy dentro,
ahí en dónde nadie jamás ha querido estar,
ahí en donde nadie se ha merecido estar.

Me cuelo en tus recovecos.

No te estás dando cuenta, tus ojos siguen hipnóticos.

Sonrío, y sigo.
No sé si estás ganando tú,
o estoy perdiendo yo.

Me paseo por tus desastres
y cojo de la mano a tus miedos, como títeres,
no saben que llevo una pistola llena de deseos
lista para pegarles un par de tiros certeros.

Me gustan los retos, y tu mente siempre ha sido mi mayor desafío.
Ojalá pudiera quedarme a vivir dentro.
Me lo estoy pensando, creo que debería hacerlo.

Siempre se habla de corazones,
y no pensamos en que hay mentes que sienten más,
que sufren más que cualquier corazón roto.
Por eso me atraen las mentes.

Estoy enamorada de tu mente.

Sabes que estoy dentro, es más, sé que soy el pensamiento más fuerte.
Tengo de ventaja a la suerte.

Quizá no es suerte, quizá soy una loca de las mentes
que se volvió un poco más loca al conocerte.
Y a ti te van las locas,
pero no una loca cualquiera.

A lo mejor suena demasiado cuerdo, pero es lo que quiero.
¿Puedo encerrarme en el manicomio de nuestros recuerdos?

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